Tu pecado, mi castigo

El Igrasil esta reseco, ya no guardan los einherjar sus gigantescas ramas, esta muerto. Del mismo modo que al morir los humanos abandonan sus posesiones sobre la tierra, las herramientas de los dioses quedan también olvidadas.
Odin se aburre en su trono y decide mandar a su mejor valkiria en busca de nuevos tesoros para decorar los pasillos del Valhala y Silmeria, obediente, desciende a la tierra y emprende la búsqueda de riquezas para su amo.
Lénneth llena de envidia por las atenciones de las que disfruta Silmeria, decide salir en busca de algo que sabe agradara mas aún a Odin… Poder. Y desobedeciendo la ley divina se dirige a la tierra de los mortales.
La gran ley de los dioses prohibe tajantemente que dos valkirias caminen al mismo tiempo por la tierra y a pesar de la orden de volver al Valhala ambas hermanas se ciegan en su lucha por el favor de Odin desencadenando así su terrible cólera. Las valkirias son castigadas a no poder volver hasta que la furia de Odin se aplaque, lo cual no es fácil, unidas por el cordón de plata. Los siglos han pasado y los dioses ya no están, el olvido y la rebelión de los mortales los condeno y a la hora de su muerte abandonaron sin remisión sus herramientas inmortales.
Desde entonces las valkirias caminan buscando inútilmente riquezas y poder, caminan aun sabiendo que el cordón de Odin continua uniéndolas y que por donde pasa sesga el alma de los mortales y siembra en los corazones humanos el irrefrenable deseo de conseguir por cualquier medio poder y riquezas.